Sergey Lavrov "Politica Externa de Rusia:
Antecedentes Historicos"
03-03-2016
Incontables investigaciones científicas atestiguan el elevado
nivel cultural y espiritual de la Rus´ de esos tiempos, en un nivel que
frecuentemente era superior al de muchos países contemporáneos de Europa
Occidental. Muchos pensadores occidentales notables reconocieron que Rus’
formaba parte del contexto europeo, al tiempo que el pueblo ruso poseía una
matriz cultural muy propia y un tipo de espiritualidad original y nunca se
mezcló con el occidente. En este contexto, es útil recordar lo que, en muchos
aspectos, fue para mi pueblo, una época crítica y trágica – la Invasión mongol. El gran poeta y escritor ruso,
Alexander Pushkin escribió: “Los bárbaros no se atreverán a dejar de lado
una Rus’ esclavizada y regresar a las estepas orientales”. El iluminismo
cristiano fue salvado por una Rusia devastada y agonizante. También conocemos
una visión distinta dada por el ilustre historiador y etnólogo Lev Gumilyov que creía que la invasión mongol
había preparado el surgimiento de una nueva etnia rusa y que la Grande Estepa nos había dado un impulso adicional
para el desenvolvimiento.
De cualquier modo, es evidente que el período que describimos
arriba, fue extremadamente importante para la fundamentación del rol
independiente del Estado ruso en Eurasia.
Recordemos, en este contexto, la política seguida por el “Gran Príncipe Alexandre Nevsky”, que decidió
someterse temporalmente a los gobiernos de la Horda
del Oro, que eran tolerantes con el cristianismo, a fin de apoyar el
derecho de los rusos a tener una fe de su propia elección y decidir su destino,
a pesar de los intentos del Occidente Europeo por colocar los territorios rusos
bajo control total y quitarle al pueblo ruso su identidad. Creo que esta
política sabia y direccionada hacia el futuro está en nuestros genes.
Rus’ se dobló pero no se rompió bajo el pesado yugo mongol y logró
salir de esta prueba terrible como un
solo estado que más tarde fue considerado, tanto por el Occidente, como por el
Oriente, como el sucesor del Imperio Bizantino,
que dejó de existir en 1453. Era un país imponente que se extendía a lo largo
de lo que era casi todo el perímetro oriental de Europa y de este modo Rusia
comenzó una expansión natural en dirección a los Montes Urales y Siberia,
absorbiendo territorios enormes. Por ese entonces, ya era un poderoso factor de
equilibrio para las combinaciones políticas de Europa, incluyendo la bien conocida
Guerra de los Treinta Años, que dio a luz el
sistema de relaciones internacionales de la
Westfalia, cuyos principios, especialmente el respeto por la soberanía
del Estado, aún son de suma importancia, actualmente.
En este punto, estamos acercándonos a un dilema que ha sido
evidente durante varios siglos. Mientras el estado de Moscú, en franco
desarrollo, desempeñaba naturalmente, un rol cada vez más preponderante en los
asuntos europeos, estos países estaban inquietos debido al gigante en
desenvolvimiento en el oriente e intentaban alejarlo siempre que posible e
impedirlo de participar en los asuntos más importantes de Europa.
La contradicción aparente entre el orden social tradicional y un
enorme esfuerzo de modernización con base en la experiencia más avanzada,
también se remonta a varios siglos. En realidad, un estado en franco desarrollo
es obligado a intentar dar un salto adelante, contando con la tecnología
moderna, lo que no implica necesariamente tener que renunciar a su “código
cultural”. Existen muchos ejemplos de modernización de sociedades orientales
sin rupturas radicales con sus tradiciones. Esto es muy típico de Rusia, que es
esencialmente una rama de la civilización europea.
La necesidad de
modernización con base en proyectos europeos fue nítidamente manifiesta en la
sociedad rusa durante la época del Zar Alexandre,
aunque el talentoso y ambicioso Pedro, el Grande,
le haya dado un fuerte impulso. Fundamentándose en medidas nacionales, duras y
firmes y en una política externa bien sucedida, Pedro, el Grande, logró colocar
Rusia en la categoría de los países importantes de Europa, en poco más de dos
décadas. A partir de entonces la posición de Rusia ya no podía continuar siendo
ignorada. Ningún asunto de Europa podía ser resuelto sin la opinión de Rusia.
No sería correcto pensar que todos estaban felices con esta
situación. A lo largo de los siglos posteriores se hicieron repetidos intentos
de hacer retroceder este país hacia la época anterior a Pedro, el Grande, pero
no lo lograron. A mediados del siglo XVIII, Rusia representó un papel
fundamental en un conflicto que abarcó
toda Europa – La Guerra de los Siete Años. En
aquel tiempo las tropas rusas hicieron una entrada triunfal en Berlín, capital
de Prusia bajo el mando de Federico II, que
tenía la reputación de ser invencible. Prusia fue salvada de una derrota
inevitable solo porque la Emperatriz Isabel
falleció de muerte súbita y fue sucedida por Pedro
III, que simpatizaba con Federico II. Este giro en la historia de
Alemania aún es referido como el Milagro de la Casa
de Bradenburg. El tamaño, el poder y la influencia de Rusia crecieron
considerablemente bajo el reinado de Catalina, la
Grande, pues como lo declaró el entonces canciller Alexander Bezborodko: “En Europa, ningún cañón
podría ser disparado sin nuestro consentimiento”.
Me gustaría mencionar la opinión de una respetable investigadora
de la Historia rusa, Helene Carrère d’Encausse,
secretaria permanente de la Academia Francesa. Ella dijo que el Imperio Ruso era el mayor imperio de todos los tiempos, en
todos los parámetros – tamaño, capacidad de administrar sus territorios y
duración de existencia. Según el filósofo ruso Nikolai
Berdyayev, ella insiste en que la Historia impregnó Rusia con la misión
de ser la conexión entre el Oriente y el Occidente.
Por lo menos durante los dos últimos siglos, todos los intentos de
unir Europa sin Rusia o contra ella, condujeron inevitablemente a lamentables
tragedias, cuyas consecuencias fueron siempre superadas con la participación
decisiva de nuestro país. Me refiero, en parte a las guerras napoleónicas y
después de la conclusión de las mismas, Rusia alteró su sistema de relaciones
internacionales que se fundamentaban en los intereses nacionales, por el
equilibrio de fuerzas y consideración mutuas e impidió el poder y la influencia
de un Estado en Europa. Recordamos que el Emperador
Alexander I tuvo un papel muy activo en la realización de las decisiones
del Congreso de Viena en 1815, que
aseguraron el desarrollo de Europa, sin conflictos armados graves, durante los
40 años siguientes.
Hasta cierto punto las ideas de Alexander I podían ser descritas
como un prototipo del concepto de subordinar los intereses nacionales a los
objetivos comunes, principalmente la manutención de la paz y de la orden en
Europa. Como dijo el emperador ruso: “No
puede haber jamás una política inglesa, francesa, rusa o austriaca. Solo puede
haber una política – una política común que debe ser aceptada por todos los
pueblos y soberanos para obtener la felicidad común”.
De cualquier forma, el sistema de Viena fue destruido en la
secuencia del deseo de marginalizar Rusia de los asuntos de Europa. Paris
estaba obsesionado con esta idea durante el reinado del Emperador Napoleón III.
En el intento de forjar una alianza contra Rusia, el monarca francés, actuando
como un gran maestro de ajedrez infeliz, estaba dispuesto a sacrificar todas
las otras piezas del juego. Como sucedió? En realidad Rusia fue derrotada en la
Guerra de Crimea (1853-1856), cuyas
consecuencias, logró superar rápidamente, debido a una política consistente y
clarividente, llevada a cabo por el Canciller
Alexander Gorchakov. Cuanto a Napoleón III, terminó su gobierno como
prisionero de los alemanes y la pesadilla del enfrentamiento franco alemán
flotó sobre Europa Occidental durante décadas.
Aquí tenemos otro episodio relacionado con la guerra de Crimea.
Como sabemos, el Emperador austriaco se recusó a ayudar Rusia que algunos años
antes, en 1849, había venido en su ayuda durante la revolución húngara.
Enseguida el ministro de los negocios extranjeros austriaco, Felix Schwarzenberg, dijo la famosa frase:
“Europa quedaría sorprendida por la profundidad de la ingratitud de Austria”.
De un modo general el desequilibrio de los mecanismos políticos y económicos
europeos provocaron una cadena de acontecimientos que llevaron a la Primera Guerra Mundial.
Particularmente, regresando a esa época de la diplomacia rusa y
también a las ideas avanzadas que estaban muy allá de su tiempo. Las
conferencias de paz de la Haya de 1899 y 1907, convocadas por iniciativa del Emperador Nicolau II, fueron los primeros intentos
de llegar a un acuerdo sobre la contención de la corrida a las armas e impedir
los preparativos de una guerra devastadora. Pero muchas personas no saben nada
sobre ello.
La Primera Guerra Mundial aniquiló vidas, provocó el sufrimiento
de incontables millones de personas y llevó
cuatro imperios al colapso. En este contexto es oportuno recordar aún
otro aniversario que se va celebrar el próximo año – el 100º aniversario de la Revolución Rusa. Hoy somos confrontados con la
necesidad equilibrada y objetiva de esos hechos, especialmente en un ambiente
donde, particularmente en el Occidente, muchos están dispuestos a usar esta
fecha para montar aún más ataques de información sobre Rusia, para mostrar la
revolución de 1917 como un golpe bárbaro que deshonra toda la Historia de
Europa. Peor aún, quieren igualar el régimen soviético al nazismo y lo culpan parcialmente por el inicio de
la Segunda Guerra Mundial.
Sin duda, la Revolución de 1917 y la guerra civil que se le
siguió, fueron una tragedia terrible para nuestra nación. Sin embargo, todas
las otras revoluciones también fueron trágicas. Eso no impide que nuestros
amigos franceses exalten su revolución, la cual más allá de los lemas de
libertad, igualdad y fraternidad, también está conectada al uso de la
guillotina y a ríos de sangre.
La Revolución Rusa fue sin duda, un gran acontecimiento que tuvo
impacto en la Historia del mundo, de un modo poco claro. Fue considerada como
una especie de experiencia de implementación de las ideas socialistas, que
entonces fueron ampliamente divulgadas en toda Europa. Las personas las
apoyaron, porque grandes masas de la población fueron atraídas para la
organización social, confiando en los principios colectivos y comunitarios.
Los investigadores honestos observan claramente el impacto de las
reformas en la Unión Soviética en la
formación del llamado estado de bienestar en la Europa Occidental en el periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos europeos decidieron
introducir medidas sin precedentes de protección social bajo la influencia del
ejemplo de la Unión Soviética, en un esfuerzo para tornar las ideas de las
fuerzas políticas de izquierda menos buenas, especialmente habiéndolas colocado
en práctica antes de ellos o mejor que ellos.
Se puede decir que los 40 años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial fueron una época sorprendentemente buena para la Europa Occidental, que
escapó a la necesidad de tomar sus propias decisiones importantes debido al
conflicto EUA-URSS y logró oportunidades únicas para conseguir un desarrollo
estable.
En estas circunstancias los países de Europa Occidental
implementaron varias ideas sobre la conversión de los modelos
capitalista e socialista, que Pitirim SoroKin y otros ilustres pensadores del
siglo XX, promovieron como siendo la forma preferida de progreso
socio-económico. Durante los últimos 20 años hemos estado asistiendo al proceso
inverso en Europa y Estados Unidos: la reducción de la clase media, el aumento
de la desigualdad social y el desmantelamiento de los controles sobre los
grandes negocios/empresas.
El rol que la Unión Soviética desempeñó en la descolonización y en la promoción de los
principios de las relaciones internacionales, tales como el desarrollo
independiente de las naciones y su derecho a la auto-determinación es
inestimable.
No me voy a focalizar en los puntos relacionados con Europa
resbalando para la Segunda Guerra Mundial. Claro que las aspiraciones
anti-rusas de las elites europeas y su deseo de liberar la máquina de guerra de
Hitler contra la Unión Soviética tuvieron un papel preponderante. Corregir la
situación después de este terrible desastre envolvió la participación de
nuestro país como siendo un asociado clave en la determinación de los
parámetros de la orden Europea y mundial.
En este contexto, el concepto de “choque
de dos totalitarismos”, que actualmente se inculca activamente en las
mentes europeas, incluyendo en las escuelas, es infundado e inmoral. La Unión
Soviética, a pesar de todos sus males, nunca tuvo como objetivo el destruir
naciones enteras. Winston Churchill, que
toda su vida fue un oponente de principios de la Unión Soviética y desempeñó un
papel importante, que va desde la alianza de la Segunda Guerra Mundial hasta un
nuevo conflicto con la Unión Soviética, dijo que la benevolencia, o sea, la
vida de acuerdo con la conciencia, es la forma en que Rusia suele actuar.
Si echan una mirada imparcial a los países más pequeños de Europa
que anteriormente formaban parte del Pacto de
Varsovia e que ahora son miembros de la Unión
Europea y de la NATO, es claro que el
problema no fue sobre la sujeción de la libertad, que a los intelectuales
occidentales les gusta mencionar, pero si a un cambio de liderazgo. El
Presidente ruso, Vladimir Putin, habló sobre este asunto hace poco tiempo. Los
representantes de esos países admiten a puerta cerrada que no pueden tomar
ninguna decisión importante sin la luz verde de Washington o Bruselas.
Parece que en el contexto del 100º aniversario de la Revolución
Rusa, comprender la continuidad de la Historia de
Rusia, es importante para nosotros y ella debe incluir todos los
periodos sin excepción y la importancia de la síntesis de todas las tradiciones
positivas y la experiencia histórica como base para hacer progresos dinámicos y
defender el papel legítimo de nuestro país, como siendo uno de los principales
centros del mundo moderno y un proveedor de los valores del desarrollo
sustentable, de seguridad y de estabilidad.
El orden mundial del pos-guerra dependía del enfrentamiento entre
los dos sistemas mundiales y estaba lejos de ser ideal, pero fue suficiente
para preservar la paz internacional y para evitar la peor tentación posible –
el uso de armas de destrucción masiva, principalmente armas nucleares. No
existe solidez alguna en la creencia popular de que la disolución
de la Unión Soviética significó la victoria occidental en la Guerra Fría. Fue el resultado de la voluntad de
nuestro pueblo para el cambio, en comunión con una cadena de infelices ocurrencias.
Estos desenvolvimientos resultaron en un cambio verdaderamente
tectónico en el panorama internacional. En verdad, cambiaron la totalidad de la
política global, considerando que el fin de la Guerra Fría y el conflicto
ideológico relacionado con ella, brindo una oportunidad única para cambiar la
arquitectura europea sobre los principios de la seguridad indivisible e igual y
de una cooperación duradera, sin líneas divisoras.
Tuvimos una oportunidad práctica para reparar la división de
Europa e implementar el sueño de una patria común europea, que fue abrazado por
muchos pensadores y políticos europeos, incluyendo el presidente Charles de
Gaulle, de Francia. Rusia estaba totalmente abierta a esta opción y promovió
varias propuestas e iniciativas para ello. Lógicamente creamos una nueva
fundación para la seguridad europea a través del refuerzo de los componentes
militares y políticos de la Organización para la
Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Vladimir Putin dijo en una
entrevista reciente al Periódico alemán Bild
que el político alemán Egon Bahr propuso
abordajes idénticos.
Infelizmente nuestros asociados occidentales hicieron una elección
distinta. Optaron por expandir la NATO para leste y avanzar el espacio
geopolítico que controlaban, para más cerca de la frontera rusa. Esta es la
esencia de los continuos problemas que
enfriaron las relaciones de Rusia con los Estados Unidos de América y con la
Unión Europea. Es notable que George Kennan,
el arquitecto de la política de los EUA de contención de la Unión Soviética, en
los últimos años de su vejez, haya dicho que la reafirmación de la expansión de
la NATO fue “un error trágico”.
El problema implícito de esta política occidental es que ignoró el
contexto global. El mundo actual globalizado, está fundamentado en una
interconexión sin precedentes entre los países y por eso es imposible
desarrollar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea como si ellas
permaneciesen en el cierne de la política global como sucedía durante la Guerra
Fría. Debemos tomar nota de los procesos poderosos que están en marcha en
Asia-Pacifico, en el Medio Oriente, en África y en América Latina.
Los acelerados cambios en todas las áreas de la vida internacional
son la principal señal de la fase actual. De manera sintomática, muchas veces
ellos toman un giro inesperado. Así, el concepto de “Fin
de la Historia” desarrollado por el conocido sociólogo e investigador político
norte-americano Francis Fukuyama, que fue
popular en la década de 1990, hoy se
volvió notablemente incompatible. De acuerdo con este concepto, la
globalización rápida señala la victoria final del modelo capitalista liberal,
mientras todos los otros modelos deben adaptarse al mismo, bajo la orientación
de sabios profesores occidentales.
En realidad, la segunda ola de globalización (la primera ocurrió
antes de la primera guerra mundial) llevó a la dispersión del poder económico
mundial y por lo tanto de la influencia política y al surgimiento de centros de
poder, nuevos y grandes, principalmente en Asia, en la Región del Pacifico. La
rápida ascensión de China es el ejemplo más claro. Debido a las tasas de
crecimiento económico sin precedentes, en solo tres décadas, se tornó en la
segunda y calculada de acuerdo con la paridad del poder adquisitivo, la primera economía del mundo. Este ejemplo ilustra
un hecho axiomático – hay muchos modelos de desarrollo – lo que excluye la
monotonía de la existencia dentro de un cuadro de referencia occidental.
Consecuentemente, hubo una reducción relativa en la influencia del
llamado “Occidente histórico”, que estaba habituado a verse como el maestro del
destino de la raza humana, durante casi cinco siglos. La competición en la
conformación del orden mundial en el siglo XXI endureció. La transición de la
Guerra Fría para un nuevo sistema internacional, demostró ser mucho más larga y
dolorosa de lo que parecía hace 20 o 25 años.
En este contexto, una de las cuestiones básicas en asuntos
internacionales es la forma como esta competición, habitualmente natural, está
siendo adquirida por los poderes más importantes del mundo. Vemos como los
Estado Unidos y la alianza occidental liderada por los Estados Unidos, están
intentando mantener sus posiciones de dominio a cualquier precio, o para usar
una frase americana, para garantizar su “liderazgo global”. Están siendo usadas
muchas formas variadas de ejercer presión, sanciones económicas e incluso la
intervención armada directa. Se están llevando a cabo guerras de información a
grande escala. La tecnología del cambio inconstitucional del gobierno ha sido
experimentada y probada, a través de la implementación de “revoluciones coloridas”. Es importante resaltar
que las revoluciones democráticas parecen ser destructivas para las naciones
que son el blanco de tales acciones. Nuestro país que pasó por un periodo
histórico incentivador de transformaciones artificiales en el exterior, sigue
prefiriendo firmemente, cambios evolutivos que deban ser realizados de una
forma y a una velocidad que esté en conformidad con las tradiciones de esa
sociedad y con su nivel de desarrollo.
Habitualmente la publicidad occidental acusa Rusia de “revisionismo” y del supuesto deseo de destruir el
sistema internacional establecido, como si hubiésemos sido nosotros los que
bombardeamos Yugoslavia en 1999,
violando la Carta de las Naciones Unidas y
el Acta Final de Helsinki, como si hubiera
sido Rusia la que ignoró el derecho internacional al invadir Irak en 2003 y a
distorsionar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al derrumbar
el régimen de Muammar Gaddafi por la fuerza
en Libia, en 2011. Existen muchos ejemplos.
Ese discurso sobre el “revisionismo” no sobrevive a un examen
rigoroso. Está fundamentado en la simples e incluso primitiva lógica de que
solo Washington puede definir el tono de los asuntos mundiales. En línea con
esta lógica, a principio formulada por George Orwell, se cambió para el nivel
internacional y suena de esta forma: todos los Estados son iguales, pero
algunos son más iguales que otros. Sin embargo actualmente las relaciones
internacionales son muy sofisticadas – un mecanismo para ser controlado por un
centro. Eso es obvio teniendo en cuenta los resultados de la interferencia de
los EUA: prácticamente no existe ningún estado en Libia; Irak está tambaleando,
al borde de la desintegración, etc., etc.
Una solución confiable para los problemas del mundo moderno, solo
puede ser alcanzada a través de una cooperación seria y honesta, entre los
estados principales y sus asociaciones, con el fin de enfrentaren los desafíos
comunes. Esa interacción debe incluir todos los colores del mundo moderno e
fundamentarse en su diversidad cultural y de civilización y reflejar también
los intereses de los componentes clave, de la comunidad internacional.
Sabemos por experiencia propia que cuando esos principios son
aplicados en la práctica, es posible alcanzar resultados concretos e palpables,
como el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, la eliminación de las armas
químicas de siria, el acuerdo para terminar con las hostilidades en Siria y el
desarrollo de los parámetros básicos del acuerdo climático global. Eso muestra
la necesidad de restaurar la cultura del compromiso, la confianza en el trabajo
diplomático, que puede ser difícil, incluso agotador, pero que sigue siendo, en
esencia, la única forma de garantizar una solución mutuamente aceptable, para
resolver los problemas por medios pacíficos.
Nuestros enfoques son compartidos por la mayoría de los países del
mundo, incluyendo nuestros asociados chinos, otras naciones del BRICS y de la SCO,
nuestros amigos del EAEU, del CSTO y de la CEI.
En otras palabras, podemos decir que Rusia está luchando NO contra alguien,
pero por la resolución de todos los asuntos en una base de igualdad y de
respeto mutuo, que es la única solución que puede ser considerada una base
confiable para una mejora de las relaciones internacionales a largo plazo.
Nuestra tarea más importante es unir nuestros esfuerzos, no contra
algunos desafíos improbables, pero contra los que son muy reales, entre los
cuales están la agresión terrorista, que es el desafío más urgente. Los
extremistas del ISIS, del Jabhatan-Nusra y afines, lograron, por primera vez,
establecer el control sobre vastos territorios en Siria y en Irak. Ellos están
intentando aumentar su influencia en otros países y regiones y están cometiendo
actos de terrorismo en todo el mundo. Subestimar ese riesgo es sufrir de miopía
criminal.
El Presidente ruso, hizo un llamado a la formación de un frente
amplio, con el fin de derrotar los terroristas militarmente. Las Fuerzas Aero-Espaciales rusas, dieron una
contribución importante para ese esfuerzo. Al mismo tiempo estamos trabajando
denodadamente para establecer acciones colectivas en relación a la solución
política de los conflictos en esta región en crisis.
Es importante resaltar que el suceso a largo plazo solo puede ser
alcanzado, en base al movimiento para la asociación de las civilizaciones, que
se fundamenten en una interacción de respeto hacia las diversas culturas y
religiones. Creemos que la solidaridad humana debe tener una base moral
constituida por los valores tradicionales que son ampliamente compartidos por
las religiones más importantes del mundo. En este contexto, me gustaría llamar
la atención para la declaración conjunta del Patriarca
Kirill y del Papa Francisco, en la
cual, entre otras cosas, manifestaron el apoyo a la familia, como siendo el
centro natural de la vida de los individuos y de la sociedad.
Repito, no estamos buscando un enfrentamiento con los Estados
Unidos o con la Unión Europea o con la NATO. Al contrario, Rusia está abierta a
la más amplia cooperación posible con sus asociados occidentales. Seguimos
creyendo que la mejor forma de asegurar los intereses de los pueblos que viven
en Europa, es formar un espacio económico y humanitario común, desde el
Atlántico al Pacifico, de modo que la recién formada Unión Económica de Eurasia
pueda ser un eslabón de integración entre Europa y el Asia del Pacifico. Nos
esforzamos por hacer nuestro mejor para sobrepasar los obstáculos de ese
camino, incluyendo la resolución de la crisis de Ucrania motivada por el golpe
de estado en Kiev, en Febrero de 2014, con base en los **acuerdos
de Minsk.
Me gustaría citar a Henry Kissinger, un sabio y políticamente
experimentado diplomático, que hablando recientemente en Moscú dijo que “Rusia
debe ser encarada como un elemento esencial de cualquier equilibrio global
nuevo y no, esencialmente, como una amenaza para los Estados Unidos…Estoy aquí para
discutir la posibilidad de un dialogo que busca unir nuestro futuro, en vez de
describir detalladamente nuestros conflictos. Esto requiere respeto de ambas
partes por los intereses y valores vitales de la otra parte”. Nosotros
compartimos ese enfoque. Y vamos seguir defendiendo los principios de la ley y
la justicia en las relaciones internacionales.
Hablando sobre el rol de Rusia en el mundo, en la calidad de gran
potencia, el filósofo ruso Ivan Ilyin dijo que la grandeza de un país no es
determinada por el tamaño de su territorio o por el número de habitantes, pero
por la capacidad de su pueblo y de su gobierno se responsabilizaren por el peso
de los grandes problemas del mundo y
lidiar con los mismos de forma creativa. Una gran potencia es aquella que
afirmando su existencia y su interés…introduce una idea creativa, legítima e
importante para todo el conjunto de la asamblea de las naciones, para todo el
“concierto” de los pueblos y de los Estados. Es difícil no concordar con estas
palabras.
**Texto del protocolo
de los Acuerdos de Minsk
El texto del protocolo consiste en doce puntos:
1.
Garantizar el cese al fuego
inmediato por ambas partes en conflicto.
2.
Garantizar la supervisión y
verificación del cese al fuego por la OSCE.
3.
Descentralizar el poder,
incluso a través de la aprobación de una ley ucraniana sobre la
descentralización del poder, principalmente a través de una ley sobre el
“régimen provisorio de gobernación local en ciertas zonas de los Oblasts
(regiones) de Donetsk y Lugansk” (“ley sobre el estatuto especial”).
4.
Garantizar la monitorización
permanente de la frontera Ruso-Ucraniana y su verificación por la OSCE, a
través de la creación de zonas de seguridad en las regiones fronterizas entre
Ucrania y la Federación Rusa.
5.
La liberación inmediata de
todos los prisioneros y de todas las personas detenidas ilegalmente.
6.
Una ley previniendo el juicio
y el castigo de personas implicadas en los eventos que ocurrieron en algunas
áreas de los Oblasts de Donetsk y de Lugansk, excepto en casos de crímenes
considerados graves.
7.
La continuación de un dialogo
nacional inclusivo.
8.
La toma de medidas para
mejorar la situación humanitaria en la región de Donbass, en el Este de
Ucrania.
9.
Garantizar la realización anticipada
de elecciones locales, de conformidad con la ley ucraniana (acordada en este
protocolo) sobre el “régimen provisorio de gobernación local en ciertas zonas
de los Oblasts de Donetsk y de Lugansk” (“ley sobre el estatuto especial”).
10. RRetirada de los grupos armados ilegales, del equipamiento
militar, así como el de los combatientes y de los mercenarios pro-gobierno.
11. AAprobación del programa de recuperación económica y de
reconstrucción de la región de Donbass, en el Este de Ucrania.
12. GGarantizar la seguridad personal de los participantes en las
negociaciones.
Memorandum complementar
Durante las dos semanas siguientes a la firma del Protocolo de
Minsk, hubo violaciones al cese al fuego por ambas partes envueltas en el
conflicto. Las conversaciones siguieron en Minsk. Fue acordado un seguimiento a
este protocolo en 19 de Septiembre de 2014. El memorándum resultante clarificó
la aplicación del protocolo. Entre las medidas de pacificación acordadas,
fueron incluidas las siguientes:
·
Remoción de todo el armamento
pesado, 15 kms hacia atrás de la línea del frente de combate, por parte de
ambos lados implicados en el conflicto, de modo a crear una zona
desmilitarizada de 30 kms.
·
Prohibición de las
operaciones ofensivas.
·
Prohibición de los vuelos de
aviones de combate sobre la zona de seguridad.
·
Retirada de todos los
mercenarios extranjeros de la zona de conflicto.
·
Configuración de una misión
de la OSCE para supervisar la aplicación del protocolo de Minsk.
En 26 de Septiembre, los miembros del Grupo de Contacto Trilateral
sobre la Ucrania se reunieron nuevamente para discutir la delimitación de la
zona-tampón (eventualmente equivalente a las “líneas verdes” existentes entre
Israel y la Palestina o en Chipre) donde el armamiento pesado seria eliminado
por las partes implicadas en el conflicto. (12) La línea de demarcación entre
la República Popular de Donetsk (DNR) y Ucrania fue acordada entre los representantes
de la DNR y los negociadores ucranianos de acuerdo con el Vice-Primer-ministro
de Ucrania, Vitalí Yarema. (13) En 2 de Diciembre de 2014, el parlamento
ucraniano modificó unilateralmente la “ley sobre el estatuto especial”,
propuesta en el protocolo de Minsk, aunque el mismo parlamento haya aprobado
ciertos aspectos de la ley que fue acordada en Minsk, como parte del acuerdo de
cese al fuego. (14)
Más información en:
Traducción: Lúcia
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