16 June 201617:45
Discurso
y respuestas a las preguntas de los medios ofrecidos por el ministro de Asuntos
Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la sesión del Club Internacional de
Debates Valdai sobre el tema “Rusia y la UE, qué será después de la
‘cooperación estratégica’ que no llegó a cuajar en realidad”, celebrada en el
marco del Foro Económico Internacional de San Petersburgo, San Petersburgo, 16
de junio de 2016
16-06-2016
Me gustaría agradecer a los miembros del Club
Valdai su atención a los problemas actuales de la política internacional.
Creo que el renombrado público que se ha reunido
aquí y también en los eventos anteriores del Club tiene sincero interés en
encontrar una forma de enmendar las actuales relaciones entre Rusia y
Occidente.
Nunca hemos buscado la confrontación,
pronunciándonos siempre por un diálogo paritario y de mutuo beneficio. En
cuanto a la Unión Europea, Rusia nunca ha dejado de mostrarse abierta a la más
extensa cooperación estratégica, rumbo a la cual se declaró a finales de los
años 90. Sin embargo, ahora Bruselas suele señalar que Rusia ya no es su socio
estratégico, aunque siga siendo un país de importancia estratégica. Estos
“malabarismos verbales” nos son bien conocidos y, a mi modo de ver las cosas,
camuflan la incapacidad de la UE de darse cuenta de cuanto ocurre actualmente
en el mundo.
Por supuesto, nos hemos enterado de los “cinco
principios” hechos públicos por la Alta Representante de la UE para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, que serían las
principales directrices en las relaciones con Rusia en la etapa actual.
Consideramos que los mencionados principios no nos dan respuesta a la pregunta
de “¿Qué hacemos?”, sino recogen la actitud solidaria de los países
comunitarios hacia la limitación máxima de la cooperación con Rusia en determinadas
esferas, por ejemplo, la energía, reservándose al mismo tiempo el derecho de
invitarnos a cooperar en temas de interés de la UE. Está claro que este enfoque
no vaya a funcionar. Nada de “Business as usual”, una frase muy socorrida por
Bruselas y Washington. Sin embargo, desde hace tiempo no pretendemos contar con
el “negocio de siempre”, expresando nuestra disposición de cooperar únicamente
de forma paritaria y de mutuo beneficio. En lo tocante a la cooperación en la
esfera de energía, hemos mantenido una serie de diálogos sectoriales con la UE.
En pasado mayo visitó Moscú el vicepresidente de la Comisión Europea, Maros
Sefcovic, quien mostró interés en que fuera reanudado un diálogo abarcador
entre Rusia y Bruselas sobre los temas de la energía. Pero a la declaración no
siguió ningún paso concreto, aunque Moscú, por supuesto, se mostró dispuesta a
reanudar los contactos. Sin emabrgo, de momento todo queda como estaba. Los
documentos doctrinales aprobados en la esfera de la energía por la UE están
orientados a reducir la dependencia energética que la Unión Europea tiene de la
Federación de Rusia. Nos damos cuenta de
que una parte considerable de estos planteamientos de reducir la cooperación
proviene de Washington que tiene en el asunto sus propios intereses económicos.
Da la sensación ahora de que la etapa de juegos “con resultado nulo” y la
aplicación del principio “están con nosostros o están en contra de nosotros” a
la que fueron forzados casi todos los Estados del espacio postsoviético desencadenaron
en la crisis que vive Ucrania. Vemos como es aprovechada esta circunstancia,
para desplazarnos económicamente del mercado europeo y al mismo tiempo para
fomentar la solidaridad de los países de la OTAN. Será que necesitan un enemigo
común para seguir adelante?
El vicepresidente de la Junta directiva de
Gazprom, Alexandr Medvédev, le informará con más detalle de la situación.
Estoy convencido de que la crisis actual ha de
ayudar a que nosostros y la UE nos aclaremos sobre cómo continuar. No nos
ofenderemos ni nos aislaremos, dado que la Unión Europea es nuestro vecino e
importantísimo socio económico y comercial. Estoy seguro de que el desarrollo
de los más variados vínculos en la esfera de la economía, la política, la
cultura y la seguridad corresponde con los intereses más añejos de los pueblos
ruso y europeo.
En la entrevista concedida recientemente al
periódico griego Kathimerini en vísperas de su visita a Grecia, el presidente
de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, volvió a subrayar que no vemos en
nuestras relaciones con la UE problemas imposibles de resolver. Lo importante
es renunciar al decepcionante juego “con resultado nulo”, intentando guiarse
por los intereses nacionales del país y no por unos principios de consenso y
solidaridad inventados que no son sino ganas de chantaje por parte de la
minoría rusófoba. Llamemos las cosas por
su nombre. Porque en realidad los países que apuestan por la rotura política de
las relaciones entre Rusia y Occidente simplemente fuerzan a la UE y a la OTAN
a seguirles en su intención.
Se puede hablar ad infinitum de
las formas de arreglar la crisis en Ucrania. Existen los Acuerdos de Minsk,
siendo inadmisibles los intentos de reescribir el documento. Esperamos que
nuestros interlocutores occidentales hagan un poco de labor educativa con Kiev,
porque los alemanes, los franceses e incluso los estadounidenses ya se están
cansando de sus “caprichosos protegidos” que han firmado un documento y no lo
quieren cumplir. Me gustaría señalar que apreciamos las voces que se levantan
dentro de la UE, también dentro de los círculos empresariales que promueven la
sana y sensata idea de iniciar con Rusia un diálogo paritario y buscar formas
paritarias de cooperación.
Hace un par de días el periódico Kommersant
publicó el artículo del presidente de la Cámara de Industria de Italia en
Rusia, Ernesto Ferlenghi, quien subrayó la necesidad de que sea reconocido de
facto el importante papel geopolítico de Rusia. “Hace falta sólo
convencer a la UE de que es imposible evitar mantener relaciones con Rusia”. Ya
pueden ver que cosas más obvias tienen que decir personas respetables, para
intentar revertir esta tendencia tan insana que se vive en las relaciones
bilaterales.
Próximamente empezará la reunión del presidente
de Rusia, Vladimir Putin, con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude
Juncker. Esperamos que esta reunión nos ayude a avanzar en la dirección
necesaria para todos, si es que queremos guiarnos por los intereses de nuestros
países y pueblos.
Pregunta: Usted y el presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, han subrayado hoy la necesidad del
diálogo entre Rusia y la UE. Es evidente que no hay que esperar grandes avances
al respecto. ¿Y no tendría sentido centrarse en pasos pequeños? ¿Qué medidas
podrían reforzar la confianza en esta etapa?
Respuesta: Hemos hecho el balance de
nuestras relaciones con la UE y nos hemos dado cuenta de que demasiados
documentos podrían catalogarse como “non paper”. Nos gustaría hacerlos llegar a
nuestros interlocutores europeos y proponerles que también hagan su balance.
En realidad, el diálogo nunca se ha suspendido
del todo y en la mayoría de los segmentos sectoriales los expertos se siguen
reuniendo. No a nivel ministerial, pero a nivel de expertos sí que hay
contactos. Hace poco hemos celebrado una nueva ronda de consultas en el tema de
la migración, que es también una esfera de interés común. Hemos expuesto sobre
papel los datos que describen el status quo, nuestra visión de la
situación y también la visión que tiene la UE. Será así más fácil de evaluar y
de empezar una conversación profesional, dejando al lado los discursos
geopolíticos y la retórica innecesaria, porque estas ganas de jugar a la
política nos están costando demasiado caro.
Pregunta: Señor ministro,
recientemente el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, manifestó que la
paciencia de Washington sobre la marcha del arreglo en Siria y el futuro del
presidente Bashar al-Assad se está agotando. Más tarde el Departamento del
Estado anunció que la mencionada declaración no contenía amenaza. Coméntelo,
por favor.
Respuesta: He visto su
declaración y me ha dejado sorprendida. John suele medir mucho sus palabras,
así que no sé qué pudo haber pasado. He visto también los comentarios del
Departamento del Estado. Seguramente, deberían comportarse con más paciencia,
dado que el presidente Barack Obama ha señalado en más de una ocasión que su
Administración está aplicando la “política de paciencia estratégica”.
En cuanto a la esencia de la preocupación del
secretario de Estado, John Kerry, quien dijo que se les estaba acabando la
paciencia, porque no llegábamos a hacer lo que teníamos que hacer con el
presidente de Siria Bashar al-Assad, le puedo decir que no le habíamos
prometido nada a nadie. Acordamos que todas las partes que trabajaran en la
solución de la crisis siria habían de guiarse por los acuerdos alcanzados en el
marco del Grupo Internacional de Apoyo a Siria y fijados en las Resoluciones
del Consejo de Seguridad de la ONU. Permítanme recordarles que contienen una estrategia
abarcadora y medidas concretas que habrían de tomarse en la esfera militar, en
concreto, cesar las acciones bélicas y pasar al régimen de alto el fuego,
además de la esfera humanitaria y del proceso político. El cese de las accioes
bélicas ayudó, aunque no del todo, a rebajar de forma notable el grado de
violencia. En cuanto a la esfera humanitaria, el año pasado sólo se podía
acceder a 3 de las 18 zonas sitiadas. Este año ya 15 de las 18 zonas están
recibiendo ayuda humanitaria. En este sentido resulta de gran utilidad la
postura constructiva del Gobierno sirio. Verdad es que no aceptan enseguida
todo lo propuesto por la ONU. Existe la duda de si realmente toda la ayuda es
recibida por los civiles y no por quienes luchan contra el régimen. Son de entender
las escasas ganas que tienen las autoridades sirias de dedicarse a algo que
finalmente afecte a sus intereses.
Sin embargo, me gustaría insistir en que en dicha
esfera se está progresando. Donde no se avanza, es en el proceso político. Me
acabo de reunir con el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, y con el
enviado especial del Secretario General para Siria, Staffan di Mistura, y hemos
abordado el tema con total sinceridad. El diálogo político en el que participen
todas las partes falla en arrancar, aunque la Resolución exige que la
delegación tenga carácter inclusivo. La parte turca se opone a que participen
los kurdos y el llamado Comité superior para las negociaciones se niega a
reconocer a los miembros de otros grupos de oposición, exigiendo que se le
nombre el principal negociador. La Resolución, por su parte, indica de forma
inequívoca que ha de estar representados todos los grupos, incluidos el de
Riad, el llamado Comié superior para las negociaciones, el de Moscú y el de El
Cairo. No se consigue que se sienten a la mesa de las negociaciones, en función
del mandato de la ONU, pero no por nuestra culpa, sino por culpa de nuestros
interlocutores estadounidenses que por alguna razón no pueden o no quieren
“presionar” a sus aliados en la región. Estos aliados, por su parte, optan por
fórmulas de ultimátum. Es bien conocido que Turquía no permite que participe en
las negociaciones el Partido de la Unión Democrática de los kurdos sirios. No
oculta su postura y diría incluso que se jacta de ella. El grupo que se hace
llamar Comité superior para las negociaciones insiste en que no se sentará a la
mesa con representantes del Gobierno sirio, hasta que se deje de bombardear las
posiciones de los opositores al régimen interesados en participar en el régimen
del cese de las acciones bélicas.
Me gustaría hacerles recordar que en febrero,
durante la reunión del Grupo Internacional de Apoyo a Siria, fue precisamente
el secretario de Estado, John Kerry, quien anunció en público la decisión de
contribuir a que la oposición y el Gobierno se unan al régimen del cese
de las acciones bélicas. No se refería al Frente al-Nusra ni al Estado
Islámico, de modo que los grupos que estén mezclados territorialmente con los
mencionados dos y no quieran ser blanco de ataques aéreos, habían de separarse
y retirarse, para que la lucha contra el Frente al-Nusra fuera eficaz y para
que los grupos mezclados no quedaran damnificados. El secretario de Estado,
John Kerry, lo dijo a principios de febrero y a finales del mismo mes tuvimos
una reunión a muy alto nivel con los representantes de uno de los servicios de
inteligencia de EEUU. Les recordamos que se habían comprometido a sacar de los
territorios ocupados por el Frente al-Nusra a aquellos grupos de la oposición
que cooperaban con Washington. Nuestro interlocutor nos pidió un par de
semanas, pero pasaron ya tres meses. Y ahora la parte estadounidense nos
asegura que no logra retirar a estos “grupos buenos de la oposición” y que
necesitarán para ello dos o tres meses más. Me da la impresión de que, a lo
mejor, hay un cierto plan de conservar el Frente al-Nusra de alguna forma y
usarlo luego para derrocar el régimen. Lo que hice era preguntárselo
directamente al secretario de Estado, John Kerry. Me juró que no era así.
Entonces, habría que ver por qué los estadounidenses, con las posibilidades que
tienen, se ven incapaces de sacar a los grupos con los que cooperan de los
territorios ocupados por bandidos y terroristas.
Parece un círculo vicioso: el grupo que se hace
llamar Comité superior para las negociaciones asegurá que no se sentará a
negociar con los kurdos y con el Gobierno, hasta que se deje de bombardear.
Pero, si se dejara de bombardear, los terroristas saldrían beneficiados gracias
al contrabando de efectivos, equipo técnico, armas y municiones que siguen
entrando a raudales en Siria desde Turquía. Se lo hemos hecho ver a los
estadounidenses, porque celebramos una videoconferencia diaria entre la base
rusa de Khmeimim y el mando de la coalición estadounidense situado en la capital
jordana.
Se ha creado en Ginebra un Centro operativo
ruso-estadounidense que funciona las 24 horas al día y reacciona a los casos de
violación del régimen del cese de acciones bélicas. Y le diría que estos
canales trabajan de forma muy profesional. Nada de histerismos, a diferencia
del espacio público, donde a nosotros se nos acusa de todos los males habidos y
por haber. Nosotros presentamos hechos reales e imágenes concretas, enseñamos
dónde y quién se encuentra, dónde se puede declarar el “régimen del silencio” y
dónde sería una medida inaceptable, dado que sólo reforzaríamos a los
terroristas. Espero que esta descripción detallada de nuestra interacción les
ayude a entender que sería incorrecto mostrarse impacientes con nosotros.
Pregunta: El ex ministro de Asuntos Exteriores de
Francia, Hubert Vedrine, acertó diciendo que ahora es necesario salir de la
“trampa” en la que acabaron las relaciones entre Rusia y la UE. Son de la misma
postura el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi
Lavrov, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. ¿Nos
podría poner ejemplos concretos de lo que se podría hacer ahora mismo? ¿Qué
pasos habría que dar en primer lugar, para salir de esta “trampa”?
Respuesta: Antes que nada, me gustaría
decir que la crisis ucraniana no es sino un pretexto. Recordemos la forma en la
que se impusieron las sanciones todavía antes de los Acuerdos de Minsk. No me
gusta hablar del tema, pero lo voy a hacer, no para demostrar que eso no nos ha
gustado ni puede gustar, sino para poner un ejemplo de actitudes
discriminatorias de las que hemos sido objeto. Desde mi punto de vista, el
motivo de la confrontación radica en acontecimientos bastante anteriores a la
crisis ucraniana. La política de contención de Rusia lleva un buen tiempo
llevándose a cabo.
La UE introdujo numerosas sanciones casi
enseguida después del accidente aéreo sufrido en el cielo sobre Ucrania por el
Boeing perteneciente a Malaysia Airlines. Nadie quiso saber nada de la
necesidad de una investigación. Únicamente nosotros insistíamos en que el CS de
la ONU exigiera vía Resolución de tonalidad grave que se llevara a cabo una
investigación abierta y responsable, de acuerdo con los pertinentes estándares,
de la marcha del cual el CS fuera informado. Nadie presentó al Consejo ni un
sólo informe. El grupo de instrucción que se ha autocreado estaba compuesto por
representantes de Holanda, Ucrania y Australia. Tardaron incluso en invitar a
Malaysia, país de procedencia del derrocado avión. Se la invitó a participar
sólo en diciembre, seis meses más tarde. Sin embargo, las sanciones fueron
aprobadas con rapidez. A todos les daba la sensación de que había una causa y
un pretexto para la aprobación de aquellas sanciones.
Un nuevo bloque de sanciones fue aprobado en
septiembre de 2014, tres días después de que se firmaran los primeros Acuerdos
de Minsk. Todos los aplaudieron, pero el entonces presidente del Consejo
Europeo, Herman Van Rompuy, a hurtadillas, sin consultarlo con los Jefes de
Estado y de Gobierno, firmó un decreto que sigue en vigor hasta el día de hoy.
Sé que algunos Jefes de Estado y de Gobierno en una conversación privada le
expresaron su profundo disgusto por aquella decisión que minaba las relaciones
entre Rusia y la UE.
Una nueva prórroga de las sanciones vino
enseguida después de la firma de los segundos Acuerdos de Minsk. Creo que la UE
hace tiempo empezó a buscar la forma de salir de este círculo vicioso. Y se
ideó un plan que les parecía muy acertado: que se levantaran las sanciones después
de que Rusia cumpliera los Acuerdos de Minsk en su totalidad. Nos acaban de
señalar quienes han leído los pertinentes documentos que es la parte ucraniana
la que los ha de cumplir en primer lugar. La mayor parte de los 13 párrafos
tiene que ver con Kiev, incluido el párrafo sobre la descentralización, firmado
por la Canciller de Alemania, Angela Merkel, y por el presidente de Francia,
Francois Hollande, en persona. No hace falta ni inventarse nada, sólo coger los
giros jurídicos e insertarlos en la correspondiente ley.
Esta fórmula de que sean levantadas las
sanciones, en cuanto Rusia haya cumplido los Acuerdos de Minsk, les viene
perfecta a aquellas fuerzas en Ucrania que no quieren saber nada de la
descentralización ni de la amnistía ni del estatus especial. Sabotean el
cumplimiento de todos los párrafos de los Acuerdos de Minsk, insistiendo en que
hay que prorrogar las sanciones, dado que Rusia no puede forzar a los
separatistas a que depositen las armas. En este caso me gustaría hacer recordar
que esta gente que es llamada separatista estuvo firmando los Acuerdos de
Minsk, documento que confirma la soberanía y la integridad territorial de
Ucrania. De modo que no sería correcto llamarles separatistas.
Ayer en la reunión del Grupo de Contacto nuestros
interlocutores ucranianos han vuelto a decir que los apartados de los Acuerdos
de Minsk que hablan de política se empezarán a cumplir únicamente tras la
observancia impecable e incondicional del régimen del cese del fuego, sin una
sola infracción y durante no menos de 3 meses. Es algo imposible de conseguir.
Seguramente habrá alguien, es posible que del lado de las autoridades
ucranianas, quien pegará un par de tiros, para que se vuelvan a calcular los
tres meses. Me gustaría que nuestros interlocutores se dieran cuenta de ello,
aunque la mayoría de los europeos que siguen el proceso ya lo tienen claro.
Espero que durante sus reuniones con los líderes de Ucrania, también se lo
digan. Habrá llegado el momento de dejar de sabotear en público los Acuerdos de
Minsk e iniciar el diálogo directo entre Kiev y Donbas que está estipulado con
mucha claridad por el documento. Se dice de forma inequívoca que la ley sobre
estatus especial así como las enmiendas a la Constitución han de ser acordadas
con estas regiones. Por eso creo que siempre es necesario tener claros los
motivos de los acontecimientos y éstos aparecieron bastante antes de la crisis
ucraniana.
Nos podríamos acordar de la reacción de
Washington al caso de Edward Snowden. Se exigió su extradición inmediata, un
gesto escasamente humano y humanitario. Al explicar Moscú por qué no podría
ser, el presidente Barack Obama suspendió su visita a Rusia prevista para la
víspera de la Cumbre de los G-20 en San Petersburgo. ¿Se da cuenta del nivel,
al cual se mostró la ofensa y las razones para ésta? Ni falta que hace
acordarse de la ley Magnitski aprobada mucho antes de la crisis en Ucrania. De
forma paralela, a la UE se le impusieron actitudes muy parecidas. Ahora, tras
presentar un director de cine independiente su película sobre como fue
confeccionado y usado el “caso Magnitski”, se prohibió su presentación en el
Parlamento Europeo. Y se quiso prohibir su presentación en EEUU. Con lo que se
habla de la libertad de expresión. Por algo será, digo yo.
Considero que la competencia entre países nunca
va a desaparecer y las grandes potencias siempre van a querer influir en la
marcha de los acontecimientos en mayor medida que las potencias medianas. Y lo
más probable es que EEUU nunca deje de proclamar como su objetivo vital el
deseo de superar a todos. Es su código genético, pero no por ello ha de
fallarles el sentido común. Estaría incluso dispuesto a citar al ex primer
ministro del Reino Unido, Winston Churchill, quien dijo en cierta ocasión que
EEUU siempre hace lo correcto, tras haber probado el resto de las opciones. Así
lo ha formulado. Si tanto se ha fallado en Iraq y Libia, queda la esperanza, si
Churchill, que en paz descanse, tenía razón, de que en Siria todo salga algo
mejor.
Pregunta: La Unión Europea ha formulado
cinco principios de sus relaciones con Rusia que, a mi modo de ver, demuestran
falta de una visión clara de la forma que deberían tomar. Se han centrado
simplemente en lo que hay. ¿Formulará Rusia sus cinco principios, a modo de
respuesta? ¿Qué ideas podría lanzar?
Respuesta: Igual que todo
el mundo, he oído los cinco principos. Me acuerdo de como nos reunimos en otoño
de 2014 con la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política
de Seguridad, Federica Mogherini, al margen de la reunión de la OSCE en
Belgrado. Hablamos de que había que definir de alguna forma las relaciones
entre Rusia y la Unión Europea. Me dijo que contaba con poder elaborar una
agenda creativa para las relaciones bilaterales y conseguir que fuera aprobada
en la reunión del Consejo de ministros de Asuntos Exteriores de la UE. Más
tarde pasó lo que pasó. Su idea fue un simple boceto del estado actual de las
cosas. Rusia es mencionada, si no me equivoco, únicamente en uno de los cinco
principios. Más bien, se dice que es necesario garantizar la independencia
energética y depender cuanto menos mejor de los factores externos, promoviendo
la Asociación oriental que tampoco es un proyecto muy inofensivo. Sé que ha
habido intentos de concederle carácter constructivo, pero siempre se imponen
los ánimos de “ir contra Rusia”. Aunque sea, haciéndose amigos de nuestros
vecinos. Uno de los principios asegura que la UE cooperará con nosotros en las
esferas que le parezcan prometedoras, por ejemplo trabajo con jóvenes, algo que
no sólo la UE hace. Es decir, estamos ante un programa para la UE y no para
Rusia. Estamos ante su visión de su papel geopolítico y de los objetivos que se
plantea. Hemos propuesto algo que ya he comentado en la respuesta anterior, que
se haga un balance de forma conjunta, viendo una por una todas las Cumbres y
uno por uno todos los mecanismos. Rusia era el único país socio, con el cual
los representantes de la UE se reunían dos veces al año. En los mejores tiempos
incluso surgía la pregunta de si merecía la pena hacerlo tan a menudo. Tendríamos
que aclararnos, si necesitamos las Cumbres y con qué periodicidad.
Existe el Consejo Parmanente de Cooperación, en
el marco del cual el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia y el Titular de la
Cartera de Exteriores de la UE han de hacer balance de todas las esferas que
abarca el Acuerdo de cooperación. Si hablamos de la dinámica de las reuniones,
le puedo decir que durante el mandato de Catherine Ashton el Consejo no se
reunió ninguna vez. Nos veíamos sobre la marcha, ella discutía algo sobre la situación
en Oriente Próximo u otra crisis, pero nunca ha hecho el balance de las
relaciones que es el mecanismo más importante del Consejo. Ahora se celebrará
una conversación con el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker y
espero que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, le proponga que se haga
balance de cada uno de los diálogos sectoriales, para ver, si es necesario
seguir con él o no.
En su discurso el director del Centro de estudios
de procesos de integración del Banco Euroasiático del Desarrollo, Evgueni
Vinokúrov, habló de la necesidad de delegar a nivel supranacional un mayor
número de potestades, cerca de 140 en total. En la UE esta cifra es todavía
mayor, pero la Comisión exige elevarlo más. Los analistas no mencionaron este
factor que, sin embargo, genera serias tensiones, dada la exigencia de la
Comisión de participar en negociaciones bilaterales, entre dos empresas
inclusive. De modo que dentro de la UE también habría de hacerse el pertinente
balance.
Rusia es acusada del deseo de sembrar cizaña,
porque no se habla con la UE, estando en contacto con los países que sienten
simpatías hacia Moscú. ¿Y qué podríamos hacer? No podemos alejarnos del todo,
siendo Europa como es nuestro vecino más próximo y nuestro más importante socio
comercial. Si la Comisión ha congelado sus canales de comunicación no nos queda
otra opción que ponernos en contacto directamente con Gobiernos nacionales.
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