La 53ª Conferencia de Seguridad de Múnich (SIKO) ha logrado calmar los nervios de los desesperados gobernantes de 28 países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
“No olés a viejo Europa. Olés a doble humanidad, la que asesina y la que es asesinada”. (Juan Gelman, 1930-2014, poeta argentino)
Los altos cargos de la Alianza Atlántica se han tranquilizado después de que los representantes de EEUU aseveraran que la organización sigue siendo “fundamental” para Norteamérica y “no es obsoleta”, tal y como la describió en enero pasado el presidente estadounidense, Donald Trump.
Esta afirmación les está facilitando a los atlantistas europeos seguir viviendo en su estado letárgico, donde los peligros reales son reemplazados por desafíos inventados y cuyo protagonista principal es el ‘oso ruso’. El vicepresidente de EEUU, Mike Pence, aseguró a más de 100 delegados asistentes al foro que su país sigue siendo el “mayor aliado de Europa y que apoya con firmeza a la OTAN”. Pence también prometió en su discurso, pronunciado el pasado 18 de febrero durante el segundo día de la reunión, que EEUU exigirá responsabilidades a Rusia y seguirá pidiendo cuentas a Moscú por la guerra en Ucrania y por la incorporación de Crimea a la Federación de Rusia.
El nuevo secretario de Defensa del Gobierno de Trump, el general James Mattis, recalcó posteriormente en la sede de la OTAN en Bruselas que la Alianza ha crecido después de la desintegración de la URSS, incorporando a todos los países del desaparecido Pacto de Varsovia (1955-1991), y también a Estonia, Letonia y Lituania —tres repúblicas que pertenecían a la extinta Unión Soviética—. Durante su viaje a Europa, el general Mattis también confirmó que EEUU seguirá su política hacia Rusia desde una posición de fuerza. Dio a entender que, en realidad, nada ha cambiado en la relación de Washington con Moscú con la llegada de Trump a la Casa Blanca y que el legado de Barack Obama de una nueva Guerra Fría sigue latente.
En una reciente reunión del presidente ruso con los miembros del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), Vladímir Putin señaló que los países occidentales están tratando incansablemente de provocar una confrontación del país eslavo con la OTAN. Ya en julio de 2016, durante el Foro de la SIKO en Múnich, Rusia fue reconocida por primera vez desde 1989 como el principal peligro para la Alianza. La nueva misión de la OTAN consiste en reforzar la política de contención del ‘oso ruso’. Aparentemente bajo este propósito, la OTAN está haciendo todo lo posible para su expansión y trata de cercar a Rusia, desplegando armas convencionales y estratégicas en los países fronterizos.
Actualmente, los marines norteamericanos están en la base aérea de Vaernes, en Noruega. Finlandia, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial estaba aplicando una política exterior neutral, también fue contagiada por la histeria antirrusa, creada originalmente en Estados Unidos, y aceptó la presencia de aviones norteamericanos F-15 en su base de Kuopio. El ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Witold Waszczykowski, anunció hace poco que unos 10.000 soldados de la OTAN, en su mayoría de EEUU, van a estar desplegados en Polonia para no permitir una “agresión rusa”. A la vez, un batallón canadiense estará desplegado en Letonia, el otro batallón del Reino Unido estará en Estonia y las tropas alemanas se posicionarán en Lituania, en su frontera terrestre con Rusia. Esto por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
Así, la OTAN ha incorporado en su doctrina la vieja consigna del régimen nazi ‘Drang Nach Osten’ (‘Empuje hacia el Este’), basada en la tradicional ambición germana de obtener nuevos territorios en Europa Oriental y, en especial, en Rusia. También como lo anunció el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el organismo decidió aumentar su presencia naval en el mar Negro para la defensa de Ucrania y para reforzar la seguridad nacional de los países miembros de la Alianza. A esto habría que agregar también el sueño de las elites de Georgia y Ucrania de lograr la membresía de sus países en la OTAN.
¿Estará preparándose realmente la OTAN para otras guerras y a qué está aspirando Occidente en el futuro? Son preguntas difíciles de contestar. Hay solamente un país de los 28 miembros de la Alianza que decide todo y el resto, que simplemente cumple sus órdenes. Este país es Estados Unidos. Como bien lo explicó en Bruselas el general Mattis, el único mando de la OTAN con cuartel general en EEUU es el Comandante Supremo Aliado de Transformación (SACT), que es responsable del Comité Militar. Este organismo es la máxima autoridad militar de la Alianza, la que toma todas las decisiones finales.
Actualmente, la OTAN está empeñada en promover su política antirrusa no solamente en el frente occidental, sino también en el oriental, creando un Mando Conjunto con el cuartel general en lago Patria, en Nápoles, lo que, según Jens Stoltenberg, “nos permitirá evaluar y enfrentar las amenazas provenientes de la región, como complemento del trabajo realizado por nuestra nueva división de inteligencia”. Allí estará estacionada la ‘Fuerza de Respuesta’ de la OTAN, con 40.000 efectivos listos para desplazarse a Oriente Próximo o África. Tampoco hay que olvidar que la OTAN tiene también sus ambiciones en Latinoamérica, comenzando por Colombia, cuyo presidente, Juan Manuel Santos, sueña con que su país se incorpore a Europa a través de la OTAN.
Hace tres años, los periodistas preguntaron al ex alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea (UE), Javier Solana (1999-2009), sobre proyectos de la UE de cara al futuro, a lo que Solana contestó tajantemente: “Occidente no sabe qué mundo quiere para las próximas décadas”. En realidad, la visión del presente y del futuro de la dirigencia actual de Bruselas depende simple y llanamente de los proyectos de Washington para las próximas décadas y, en este contexto, el ‘Libro Blanco’ del Departamento de Defensa de EEUU es un documento guía para La OTAN.
Si la OTAN no es ‘obsoleta’ y está preparándose para hacer otras guerras, habría que analizar su capacidad bélica real. Para empezar, tanto el mismo presidente Trump como su vicepresidente, Mike Pence, además del secretario de Defensa, James Mattis, hicieron recordar a los aliados que, sin aumentar los gastos de defensa hasta el 2% del PIB, el poder militar de la Alianza seguiría dependiendo de EEUU. Actualmente, Norteamérica está pagando el 72% del presupuesto de la OTAN (664.058 millones de dólares) mientras que el resto de los aliados están aportando 254.200 millones de dólares. En general, EEUU gasta en defensa el 3,6% del PIB en contraste con Alemania (1,19%), Bélgica (0,85%), España (0,91%), Italia (1,11 %), Francia (1,78%), etc. Solamente Grecia (2,38%), Polonia (2%), Estonia (2,16%) y Reino Unido (2,21%) cumplieron en 2016 las exigencias de Washington.
Ahora, en términos militares, la potencia principal europea de la OTAN es Alemania. Sin embargo, al revisar los últimos datos de The Military Balance, publicado por The International Institute of Strategic Studies (IISS), nos encontramos con la sorpresa de que Alemania dejó de producir tanques desde los años 90, y el carro de combate más nuevo tiene 26 años. En total, el país dispone de 306 tanques y todos son anticuados. De acuerdo al Departamento de Defensa de Alemania, sus Fuerzas Aéreas tienen 93 bombarderos Renavia Tornado adquiridos en los años 70, de los cuales solo 29 están listos para el combate. Su artillería y su defensa aérea también están en una situación lamentable. Las Fuerzas Aéreas alemanas también fueron recortadas de 100.000 efectivos en 1990 a 28.000 en 2017.
Lo mismo está pasando con el resto de los países de la OTAN, incluyendo a EEUU. La producción de los aviones de combate F-22, que fue presentado como un ‘milagro del siglo XXI’, y en el cual no querían volar los pilotos estadounidenses, fue cancelada. Su nuevo caza F-35, que ya costó más de un billón de dólares, tiene serios problemas. Sus tanques Abrams datan de los años 90, y el blindado más nuevo fue producido en 1991. El costo del nuevo destructor invisible DDG-1000 clase Zumwalt, que tiene un cañón electromagnético, supera los 3.000 millones de dólares. Este destructor ya se ha convertido en la broma de los militares chinos. Hace poco, el almirante Zhang Zhaozhon declaró que esta nave podría ser echada a pique por unos barcos pesqueros cargados de explosivos.
Todos estos datos indican que a la OTAN le tomará más de una década prepararse para una guerra y que necesitará enormes recursos financieros, que no posee ninguno de sus miembros, incluyendo Norteamérica. También hay que tomar en cuenta que, en este tiempo de información virtual, es muy difícil engañar a la opinión pública, que cada día desconfía más de la retórica antirrusa, cuyas consignas vienen de los medios de comunicación globalizados estadounidenses y después repetidos por sus colegas europeos.
El columnista alemán Uli Gellermann recalcó que “los medios de comunicación alemanes están encantados de crear noticias inexistentes para presentarlas como ‘noticias falsas’ creadas por Rusia, y después crear sus propias ‘noticias falsas'”.
Tal es la situación que hasta en EEUU, según la encuestadora Gallup, la confianza de los norteamericanos en los medios de comunicación bajó del 72% en 1976 al 32% en 2016. En la misma Europa se están produciendo cambios que nadie esperaba. El reciente sondeo realizado por el grupo WW/Gallup International reveló que los habitantes de Grecia, Turquía, Bulgaria y Eslovenia, en caso de un posible conflicto, preferirían ver a Rusia como un país protector.
Entonces, la posible guerra contra la ‘agresión rusa’, que tanto se discute en la OTAN, es pura retórica ideológica de los globalizadores, que tienen miedo a la disolución de la alianza y, con ello, el fin de la hegemonía norteamericana en Europa.
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