Esta declaración tendría que haber ocupado la primera plana en todos los diarios occidentales. Pero sólo ha aparecido en la revista Newsweek [1]. El 2 de febrero de 2018, durante su encuentro con la prensa, el general James Mattis, secretario de Defensa de Estados Unidos, declaró que, aunque él «pensaba» que Damasco ha usado armas químicas contra su propio pueblo, nadie en el Pentágono tiene prueba alguna de que tal cosa haya sucedido.
La anécdota es interesante. El periodista, que conoce personalmente al general Mattis, lo ha oído expresar off the record –o sea, en privado– su aversión hacia el mito de las armas químicas sirias. Y le ofrece la posibilidad de repetir eso… en público. Veamos la transcripción, publicada con cierto retraso, de este encuentro.
Pregunta: ¿Hay pruebas de que se hayan utilizado armas con cloro, pruebas de armas con cloro?
Jim Mattis: Yo pienso que sí.
Pregunta: No, yo sé, lo he oído a usted.
Jim Mattis: Yo pienso que han sido utilizadas en varias ocasiones. Y es, como usted sabe, una categoría algo diferente. Es por eso que he descartado el sarín, como algo diferente… sí.
Pregunta: Entonces, hay pruebas creíbles de que el sarín y el cloro…
Jim Mattis: No, no tengo pruebas, no específicamente. No tengo pruebas. Lo que estoy diciendo es que otros grupos en el terreno, ONGs, combatientes en el terreno, han dicho que el sarín ha sido utilizado. Así que estamos buscando pruebas. No tengo prueba alguna, ni creíble, ni no creíble.
Al principio de la guerra, la República Árabe Siria solicitó a la ONU que investigara en el terreno sobre el uso de armas químicas por parte de los yihadistas. Los inspectores no encontraron nada sólido. Pero en agosto de 2013, los países que respaldaban el proyecto de la Hermandad Musulmana revirtieron la acusación y afirmaron, basándose solamente en una información de la Unidad 8200 del Mossad (el órgano israelí de inteligencia y operaciones especiales), que el Ejército Árabe Sirio acaba de masacrar 1 500 civiles en la Ghouta [2] con una mezcla de gases que incluía el sarín.
Como garante de la buena fe de Siria, la Federación Rusa propuso entonces la adhesión de ese país a la Convención sobre la Prohibición de las Armas Químicas. Moscú y Washington llevaron a cabo juntos todo el proceso de destrucción del armamento químico sirio, incluyendo la destrucción de los agentes precursores, o sea de las sustancias necesarias para fabricar armas químicas.
Pero eso no puso fin a las acusaciones sobre el uso de armas químicas. A pesar de que el Pentágono supervisó directamente la destrucción del armamento químico de Siria, la prensa atlantista seguía afirmando que el Ejército Árabe Sirio estaba utilizando ese tipo de armas. Varios medios, como el anglosajón Bellingcat (cuyo director es empleado del Atlantic Council) [3] y el diario francés Le Monde [4] son fieles divulgadores de esa fake new.
Para tratar de acabar con ese rumor, la ONU y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) crearon un mecanismo investigador conjunto. Después de recopilar gran cantidad de datos, desde Nueva York y Viena, esa instancia se negó a verificarlos en el terreno –ni siquiera aceptó recoger muestras in situ. Mientras tanto, los debates subían de tono en el Consejo de Seguridad, donde todos podían observar la evidente influencia del número 2 de la jerarquía de la ONU, el neoconservador estadounidense Jeffrey Feltman [5], sobre la embajadora de Estados Unidos, Nikki Haley. Finalmente, Rusia tuvo que emitir 5 vetos ante las mentiras occidentales sobre ese tema [6].
En el momento del supuesto ataque químico de Khan Cheikhun, Estados Unidos aseguró con todo aplomo que tenía pruebas de que el gobierno sirio era el responsable –pruebas que, según lo que acaba de declarar el general Mattis, nunca existieron– y, como represalia, bombardeó la base aérea siria de Cheyrat.
El secretario de Defensa Robert McNamara reconoció hace tiempo que Estados Unidos mintió para justificar su guerra de agresión contra Vietnam. Colin Powell, secretario de Estado bajo la administración de George W. Bush, confesó haber mentido al Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la invasión contra Irak, etc. Pero las confesiones siempre vienen después de haber hecho correr ríos de sangre y cuando los que confiesan ya no están los cargos que los pusieron en posición de hacer lo que hicieron. Y a nadie ha tenido que rendir cuentas ante la justicia.
Al igual que en el derecho comercial estadounidense, los dirigentes de Estados Unidos pueden declararse en quiebra, no pagar sus deudas y volver tranquilamente a los negocios como si nada hubiese sucedido.
Por primera vez, un secretario de Defensa en funciones ha refutado las actuales mentiras de Israel, de su propia administración y de la OTAN. A pesar de que Mattis tuvo la precaución de precisar que él estaba personalmente convencido de la culpabilidad de Siria, su declaración refuta las justificaciones de los bombardeos israelíes contra Siria, que supuestamente tenían como objetivo la destrucción de armas químicas.
La declaración de Mattis desmiente también al secretario de Estado Rex Tillerson y a la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley. Y suena además como una advertencia para los 23 ministros de Exteriores que, el 23 de enero, nuevamente acusaron a Siria de haber utilizado armas químicas [7] y que además se pronunciaron por la «democracia» en el Levante… a condición de que Bachar al-Assad no pueda presentarse nuevamente a una elección presidencial y ganarla.
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