Hace sólo unas horas, Donald Trump finalmente se juramentó como Presidente de los Estados Unidos. Teniendo en cuenta todas las amenazas que pesaban sobre este evento, ésta es una buena noticia ya que al menos por el momento, los neoconservadores han perdido el control sobre el Poder Ejecutivo y Trump ahora está finalmente en condiciones de tomar medidas. La otra buena noticia es el discurso de inauguración de Trump, que incluyó esta promesa histórica: “No buscamos imponer nuestro estilo de vida a nadie, sino dejarlo brillar como ejemplo para que todos lo sigan”. ¿Podría eso realmente significar que Estados Unidos ha renunciado a su papel de Hegemón Mundial? El mero hecho de hacer la pregunta, ya es un acontecimiento inmensamente positivo, ya que nadie lo hubiera preguntado si Hillary Clinton hubiese sido elegida.
La otra característica interesante del discurso de Trump es que se centró en gran medida en el poder de la gente y en la justicia social. Una vez más, el contraste con la basura ideológica de Clinton no podría ser mayor. Sin embargo, esto plantea una pregunta mucho más desconcertante: ¿en qué medida se puede confiar en un capitalista multimillonario cuando habla del empoderamiento de la gente y de justicia social? No es exactamente por lo que los capitalistas se conocen, al menos no entre las personas educadas. Además, un lector marxista también nos recordaría que “el imperialismo es la etapa más elevada del capitalismo” y que no tiene sentido esperar que un capitalista renuncie repentinamente al imperialismo.
Pero, lo que era generalmente cierto en 1916 no lo es necesariamente en 2017.
Por una parte, vamos a comenzar destacando que la Presidencia de Trump sólo fue posible gracias a la inmensa crisis financiera, económica, política, militar y social que afronta hoy Estados Unidos. Ocho años de Clinton, seguidos por ocho años de Bush Jr y ocho años de Obama, dejan ver una disminución masiva y de espectro total de la fortaleza de Estados Unidos, la cual fue sacrificada por el bien del Imperio Anglo-sionista. Esta crisis es tanto interna como externa, y la elección de Trump es una consecuencia directa de esta crisis. De hecho, Trump es el primero en admitir que es la terrible situación en la que se encuentran hoy los Estados Unidos, lo que lo llevó al poder con el mandato de las gente común estadounidense (los “deplorables” de Hillary) para “drenar el pantano de DC” y “Construir América”, en contraposición a la plutocracia americana, “de nuevo”. Esto podría ser algo crucial: No puedo imaginar a Trump tratando de hacer simplemente “más de lo mismo” como sus predecesores hicieron o tratando ciegamente de doblar las apuesta como los Neocons siempre han tratado de hacer.
Estoy dispuesto a apostar, que Trump real y sinceramente cree que los EE.UU. están en una profunda crisis y que un nuevo, y diferente, conjunto de políticas debe ser urgentemente implementado. Si esa suposición mía resulta ser correcta, entonces esto es, por definición, una muy buena noticia para todo el planeta, porque cualquiera que sea lo que Trump acabe haciendo (o no haciendo), por lo menos no empujará a su país a una confrontación nuclear con Rusia. Y sí, creo que es posible que Trump haya llegado a la conclusión de que el imperialismo ha dejado de trabajar a favor de los Estados Unidos, que lejos de ser la solución a las contradicciones del capitalismo, el imperialismo podría haberse convertido en su característica más autodestructiva.
¿Es posible que un sistema ideológico descargue uno de sus componentes básicos después de aprender de los errores del pasado? Creo que lo es, y un buen ejemplo de eso es el socialismo del siglo XXI, que ha descartado completamente el tipo de ateísmo militante que era tan central en el movimiento socialista del siglo XX. De hecho, el socialismo moderno del siglo XXI es muy pro-cristiano. ¿Podría el capitalismo del siglo 21 abandonar el imperialismo? Tal vez.
Además, el discurso inaugural de Trump hizo, según los comentaristas de RT, suena en muchos aspectos como el tipo de discurso que Bernie Sanders podría haber hecho. Y creo que tienen razón. Trump suena como un paleoliberal, algo que no escuchamos de él durante la campaña. También se podría decir que Trump suena muy parecido a Putin. La pregunta es que ahora también actuará como Putin también?
Habrá muchas expectativas en Rusia sobre cómo Trump realizará sus promesas de campaña en cuanto a tratar con otros países. Hoy, cuando Trump pronunció las siguientes palabras: “Buscaremos amistad y buena voluntad con las naciones del mundo, pero lo haremos con el entendimiento de que es el derecho de todas las naciones poner sus propios intereses en primer lugar”, dijo a los rusos exactamente lo que querían oír: Trump no pretende ser un “amigo” de Rusia y Trump abiertamente y sin disculpas promete preocuparse por su propio pueblo primero, y eso es exactamente lo que Putin ha estado diciendo y haciendo desde que llegó al poder en Rusia: cuidando primero al pueblo ruso. Después de todo, el cuidado de la propia gente no tiene que implicar ser hostil o incluso indiferente a los demás. Lo único que significa es, que su lealtad y su servicio es ante todo a aquellos que lo eligieron para dirigir la oficina. Esta refrescante honestidad patriótica, combinada con la perspectiva de la amistad y la buena voluntad, suena como música a los oídos rusos.
Luego están las palabras de Trump sobre “formar nuevas alianzas” y unir “al mundo civilizado contra el Terrorismo Radical Islámico, que erradicaremos completamente de la faz de la Tierra”. También serán recibidos con mucha esperanza por el pueblo ruso. Si los Estados Unidos finalmente se muestran serios en la lucha contra el terrorismo y si realmente quieren erradicar a organizaciones como Daesh, Rusia ofrecerá su pleno apoyo a este esfuerzo, incluyendo sus recursos militares, de inteligencia, policial y diplomática. Después de todo, Rusia ha estado abogando por “erradicar completamente el Terrorismo Radical Islámico de la faz de la Tierra” durante décadas.
No hay duda en mi mente de que una alianza entre Rusia y los Estados Unidos, aunque limitada sólo a áreas específicas de intereses convergentes o mutuos, sería inmensamente beneficiosa para todo el planeta, y no sólo para estos dos países: en este momento todas las peores crisis internacionales son el resultado directo de la “guerra tibia” que Estados Unidos y Rusia han estado enfrentando. Y al igual que cualquier otra guerra, esta guerra ha sido un derroche fantástico de recursos. Por supuesto, esta guerra fue iniciada por los EE.UU. y fue mantenida y alimentada por la ideología mesiánica del Neocon. Ahora que un realista como Trump ha llegado al poder, podemos finalmente esperar que esta dinámica peligrosa y derrochadora sea detenida.
La buena noticia es que ni Trump ni Putin pueden permitirse el fracaso. Trump, porque ha hecho una alianza con Rusia, la piedra angular de su política exterior durante su campaña, y Putin porque se da cuenta de que es un interés objetivo de Rusia que Trump tenga éxito, no sea que los locos del Neocon se arrastrastren de nuevo fuera de su sótano. Así que ambas partes entablarán negociaciones con un fuerte deseo de hacer las cosas y una voluntad de hacer compromisos siempre y cuando no afecten sus objetivos cruciales de seguridad nacional. Creo que el número de cuestiones sobre las que los Estados Unidos y Rusia pueden llegar a un acuerdo es mucho, mucho mayor que el número de cuestiones en las que persistan diferencias irreconciliables.
Así que sí, hoy estoy esperanzado. Más que cualquier otra cosa, quiero esperar que Trump sea “de verdad”, y que él tenga la sabiduría y el coraje para tomar acciones enérgicas contra sus enemigos internos. Porque de ahora en adelante, esta es otra cosa que Putin y Trump tendrán en común: sus enemigos internos son mucho más peligrosos que cualquier enemigo externo. Cuando veo a rabiosos maníacos como David Horowitz declarándose partidario de Donald Trump, me siento muy, muy preocupado y me pregunto “¿qué sabe Horowitz que a mí me falta?”. Lo cierto es, que en un futuro próximo uno de nosotros pronto se sentirá muy decepcionado. Sólo espero no ser yo.
El Saker
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