Independientemente de sus diferendos con Irán, Estados Unidos también siente inquietud ante las relaciones entre la República Islámica y la República Popular China. Poco a poco, Pekín se apoya en Teherán para concretar en Asia su gigantesco proyecto comercial de Nueva Ruta de la Seda.
El asesinato del general iraní Qassem Suleimani, con luz verde del presidente Donald Trump, desató una reacción en cadena que se propagó incluso más allá del Medio Oriente. Esa era la intención de quien aprobó la operación. Hace tiempo que Suleimani estaba en la mirilla de Estados Unidos, pero los presidentes George W. Bush y Barack Obama no aprobaron su asesinato.
¿Por qué lo hizo el presidente Donald Trump? Hay varias razones, como el interés personal del actual presidente por evitar su propia destitución presentándose como un ardiente defensor de «América» (léase “Estados Unidos”) ante un enemigo amenazante. Pero la principal razón de la decisión de asesinar Suleimani, decisión adoptada por el Estado Profundo estadounidense antes de que se tomara en la Casa Blanca, hay que buscarla en un factor que se ha hecho crítico para los intereses estadounidenses sólo en estos últimos años: la creciente presencia económica china en Irán.
Irán desempeña un papel de primera importancia en la Nueva Ruta de la Seda cuya implantación inició Pekín en 2013 y que ya se encuentra en una fase avanzada de realización. La Nueva Ruta de la Seda consiste en una red de carreteras y vías férreas entre China y Europa a través del Asia Central, el Medio Oriente y Rusia, combinada con una vía marítima a través del Océano Índico, el Mar Rojo y el Mediterráneo. Para garantizar las infraestructuras (carreteras, vías férreas e instalaciones portuarias) en más de 60 países, se prevén inversiones superiores a 1 000 millardos de dólares. En ese marco, China está invirtiendo en Irán unos 400 000 millones de dólares: 280 000 millones en la industria del petróleo, en el gas y en el sector petroquímico, y 120 000 millones en las infraestructuras vinculadas al transporte, incluyendo oleoductos y gasoductos. Se prevé que esas inversiones, efectuadas en un periodo de 5 años, han de renovarse posteriormente.
En el sector energético, la China National Petroleum Corporation, empresa estatal, firmó con el gobierno iraní un contrato para garantizar el desarrollo del yacimiento offshore de South Pars, en el Golfo Pérsico, considerado la mayor reserva de gas natural del mundo entero. Por otro lado, otra empresa china, la Sinopec, con el Estado chino como socio mayoritario, se ha comprometido a desarrollar la producción de los campos petrolíferos de West Karoun. Desafiando el embargo estadounidense, China incrementa sus importaciones de petróleo iraní. Pero más grave aún para Estados Unidos es el hecho que en todos esos acuerdos comerciales entre China e Irán –y en muchos más– ambos países prevén una utilización creciente de la moneda china y de monedas de otros países, excluyendo progresivamente el dólar estadounidense de sus transacciones.
En el sector del transporte, China ha firmado un contrato para la electrificación de 900 kilómetros de líneas férreas en Irán, en el marco de un proyecto que debe garantizar la electrificación total de la red ferroviaria iraní de aquí al año 2025 y la probable firma de un acuerdo para la creación de la primera línea ferroviaria iraní de gran velocidad, que se extenderá a más de 400 kilómetros. La red ferroviaria iraní ya está conectada a la vía férrea de 2 300 kilómetros que entró en servicio entre China e Irán, reduciendo los plazos del transporte de mercancías –que antes eran de 45 días– a sólo 15 días. A través de Tabriz, gran ciudad industrial del noroeste de Irán –desde donde parte un gasoducto de 2 500 kilómetros que llega hasta Ankara, la capital turca– las infraestructuras de transporte de la Nueva Ruta de la Seda llegarán hasta Europa.
Los acuerdos entre China e Irán no abarcan aspectos militares pero, según una fuente iraní, la custodia de las instalaciones exigirá el despliegue de unos 5 000 agentes de seguridad chinos, al servicio de las empresas constructoras. También es significativa la realización, a finales de diciembre, del primer ejercicio naval conjunto entre Irán, China y Rusia, en aguas del Golfo de Omán y del Océano Índico.
Conociendo estos factores se hace más claro por qué Washington se decidió a asesinar al general Suleimani: se trataba de provocar una respuesta militar de Teherán que justificara intensificar el embargo contra Irán, afectando así el proyecto chino de Nueva Ruta de la Seda, proyecto que Estados Unidos no está condiciones de obstaculizar en el plano económico. La reacción en cadena provocada por el asesinato de Suleimani implica también a China y a Rusia, con la creación de una situación cada vez más peligrosa.
Fuente
Il Manifesto (Italia)
Il Manifesto (Italia)
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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